domingo, 31 de mayo de 2020

PARA LOS AFLIGIDOS


El fantasma de Steve Jobs pervive en ti.

Él sabe qué hacer cuando arrecian los problemas.

Él es el viento en las velas y el rezo nocturno.

Él va a sacarte de ésta con su creatividad.

Su cuello de cisne y su pequeña cabeza

y sus gafas de cura que todo lo ve

-dentro y fuera de tu alma- están aquí.

Viven aquí. Si hablas con Él,

y escuchas su Palabra y levantas sus Gafas

quebradas del suelo y te las pones

y tragas el bocado que le falta a su Manzana

entonces va a ocurrir: que el ectoplasma

de Jobs va a penetrarte, a dirigirte,

a llevarte con él a Tierra Santa,

con gruesas cornucopias que derraman sinergia

pues llueve leche y miel en este Valle

eterno e ideal, de Silicona.





José Daniel Espejo. En Voces del Extremo. Antología 2012/2016. Coord. Antonio Orihuela. Amargord, 2017.

Imagen: Pawel Kuczynski.

viernes, 29 de mayo de 2020

Maldita sea la Poesía


“He visto los mejores cerebros de mi generación

destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos”

Allen Ginsberg


Yo he visto

a los mejores poetas de mi generación

desterrados, desheredados,

ocultos en el fondo de los bares,

y he visto sus miradas

como versos trepidantes

cabalgar hacia el final de la noche,

y he visto su ternura descuartizada

por la abundancia de quienes les temen

y en su miedo los hacen grandes.

He visto en la bondad de sus gestos

la rebeldía del mundo

que no necesita orden ni ley para ser justo,

la testaruda razón de quienes a la vida responden

con la vida misma.

Yo he visto

una canción que no tenía letra ni remite,

y ellos la entendieron.

Les he visto levantarse

contra los versos exquisitos y subalternos,

les he visto encadenarse a las excavadoras

para frenar la destrucción de la tierra,

de su conciencia,

y nadie los invitó a los palacios de Doñana

y mucho menos a editar poemas

bajo el sello hipócrita

de quienes lavándose la cara

ensucian el mundo.

He visto cómo se engañaban para seguir

perdiendo en un círculo de ganadores,

como alacranes en mitad de un fuego

que desintegra y reduce

la inteligencia y el miedo.

Y por todo ello han sido procesados,

sentenciados, condenados,

abocados a la indigencia laboral

y clandestinidad de la palabra.

Yo he visto

los mejores poetas de mi generación

romper los versos a conciencia,

“porque bien ya otros lo hacen

y no ha sucedido nada” (Eladio Orta).

En su profunda voluntad de cambio,

en sus humanas contradicciones,

en su maldita y genial resistencia

frente al pensamiento único,

he visto a los poetas de mi generación perder

sus mejores oportunidades,

y no ha pasado nada,

pues nada hay más digno

que ser consecuente y efímero

en todo momento y verso.

Sólo la vocación devuelve

el género a su origen,

esa maldita poesía que nos hace libres

frente a la tradición.




Uberto Stabile. Empire Eleison. Pr. Ed. Crecida, 2000. Garvm, 2019.

Imagen: John James Audubon. The Birds of America, 1827-1838.

jueves, 28 de mayo de 2020

No soy dueña de nada


No soy dueña de nada

mucho menos podría serlo de alguien.

No deberías temer

cuando estrangulo tu sexo,

no pienso darte hijos ni anillos ni promesas.


Toda la tierra que tengo la llevo en los zapatos.

Mi casa es este cuerpo que parece una mujer,

no necesito más paredes y adentro tengo

mucho espacio:

ese desierto negro que tanto te asusta.




Miriam Reyes. Bella durmiente, 2004. En Qué será ser tú. Antología de poesía por la igualdad. Antólogas: Ana Pérez Cañamares y María Ángeles Maeso. Universidad de Sevilla, 2018.

Imagen: VALIE EXPORT. Instantánea de Adversarios invisibles, 1976.

miércoles, 27 de mayo de 2020

EL PAÍS DE HIELO III


Acuérdate entonces del morado

del amanecer, de las luces del

puerto parpadeando en la costra

congelada del Pacífico, del molo

enterrado bajo los glaciares.

Las caras así, inmóviles bajo los

hielos; hombres, mujeres, niños

tirados al destripadero por estar a

la mano.

Nada hubo ni nada hay para ellos.

Es sencillo:

yacen allí, únicamente recuérdalo.



Miles de témpanos flotaban recortándose   sobre la noche

como repentinos recuerdos   fulgurantes   iluminando la

playa muerta


Iluminando los inmensos estadios vacíos   los galpones

los helados campamentos cuando nos vimos morir y el

golpe del frío nos dejó pegados al borroso horizonte


Mostrando las congeladas barracas   las rotas graderías

las jaulas transparentándose bajo la escarchada costa

chilena   Lloramos   Matamos   Morimos   y eran los

grandes hielos que avanzaban borrándolo todo hasta

que sólo quedasen los últimos glaciares   el último

océano   el último témpano cercando la asesinada playa





Raúl Zurita. Zurita. Editorial Delirio, 2012.

Imagen: Amalia García Fuertes