sábado, 28 de mayo de 2022

Convicción


 

Puedo asegurarlo:

llegará un día en que los hombres,

al grito de “rompan filas” que sonará en los cinco continentes,

se desharán para siempre de la guerra:

mas esa paz no se obtendrá

blandiendo una bandera blanca,

un harapo de aurora,

entre dos o más oscuridades en pugna.

Ni regalando manojos de palomas

al traficante de armas,

o cantándole canciones de cuna

a la niña de sus ojos.

Ni soltando parvadas de preces

para horadar la cerilla

de la divina sordera.

La manera de conquistarla,

y de poner los cimientos,

las raíces del milagro,

del otro mundo que es posible,

tiene que ver con la toma de conciencia,

la metamorfosis, la inconformidad

de la mano.

 

La mano puede hallarse ahí, sobre el brazo del sillón,

sin hacer nada, fingiendo inexistencia,

puede tomar un serrucho y practicar con él

las cuatro operaciones aritméticas básicas.

Puede sacarle punta al lápiz

para que de nuevo relampaguee

la poesía.

Puede saltar a la guitarra, como mi hijo Guillermo,

para ir dejando poco a poco en libertad

el concentrado de aves

que encarcelan las cuerdas en su entraña.

Mas para conquistar la paz

es preciso que la mano haga violencia sobre sí misma,

se transmude en piedra,

en mazo,

en granada,

en sorpresa conspirativa,

que crezca no sólo al tamaño de nuestro odio

sino que exceda la fuerza del adversario.

 

¿Que un poema no es una bazuca?

¿Que el sudor ennegrecido por la faena

no puede ser comparado,

ni torciéndole el brazo a la metáfora,

con la polvora?

¿Que lo ideal no puede nada,

lo que se dice nada,

contra la férrea obcecación

de una fortaleza?

Quién lo duda. No somos tan ingenuos.

Pero hay valentías, maneras de organizarse,

cuentas pendientes, desesperaciones sin marcha atrás,

solidaridad de géneros, granitos de arena,

inteligencias lucidísimas que piensan

las 24 horas del día en cómo desencadenar

la gran descompostura de lo existente,

hombres y mujeres que están dispuestos a dar todos

sus entresijos,

millones de voluntarios dispuestos a pisotear todos y cada uno

de los relojes que marean el curso del sistema imperante.

 

Las manos pertenecen a esta estirpe.

Las manos vueltas sobre sí, conscientes,

conformando cerebros con sus puños.

Las que aprietan su autonomía

como don del cielo,

las que se hallan encinta,

las que saben qué quieren y a dónde ir.

Las que se empuñan a sí mismas.

Las que toman la forma de primeras piedras

del nuevo mundo.

 

 

Enrique González Rojo Arthur. En Entre los poetas míos… Enrique González Rojo. Colección Antológica de Poesía Social, vol. 143. Biblioteca Omegalfa, 2020.

Imagen: Eugène Laermans. En marche, 1893-1894.

2 comentarios:

  1. Un día salió del silencio
    En el eco de una voz
    Y se expandió con el viento
    Que llega hasta el corazón
    La guitarra a la mañana
    Le habló de libertad

    Salen de su pensamiento
    Cosas que no quiere callar
    Por la calle y los caminos
    Se viene la madrugá
    La guitarra a la mañana
    Le habló de libertad

    Se oye un rumor por las esquinas
    Que anuncia que va a allegar
    El día en que todos los hombres
    Juntos podrán caminar
    La guitarra a la mañana...

    Rumor (Triana)

    Salud!

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    1. Bien traído, Loam. A por la gran descompostura de lo existente. Salud!

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