Mi ciudad es un vertedero.
Escupe la pesadilla que arrojan
papeleras furiosas,
bolsas de basura sin nombre,
contenedores revueltos a golpe de fracaso.
Hombres y mujeres humillados.
Cuerpos entumecidos desde una firma.
Por la presente, se ordena envenenar el aire.
Mi ciudad es un vertedero.
Acumula fatigas y días de ayuno.
Las heces de los perros,
las moscas satisfechas,
la resaca de los hospitales
cubren plazas empapadas por el daño.
Hombres y mujeres detenidos.
Quietos miembros por temblor al porvenir.
La jornada sin tiempo. Las horas sin jornada.
Mi ciudad es un vertedero.
Su hedor crece entre plástico y memoria,
entre fruta vieja y sábanas podridas,
entre las bisagras de muebles sin puertas
y televisores de cartón comprados a plazos.
Hombres y mujeres derrotados.
Brazos en jarras ante el miedo.
Mordiscos de silencio. Arañazos.
Mi ciudad es un vertedero.
Entre deshechos
el futuro deambula sonámbulo
esparcido como las tripas de un colchón barato.
De pronto, los sueños se encienden.
Las hogueras combaten la inercia,
la impunidad de carruajes inaccesibles
Ana Belén Martín Vázquez. En Voces del Extremo. Poesía antidisturbios. VV. AA. Amargord, 2015.
Imagen: Alberto García-Alix. Monólogo con un cuervo, 2009.
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