Por la mañana, sensación
térmica treinta y dos grados.
En la panadería, la señora
delgada,
casi un junco,
me dijo que se levantó a las
cinco
para hacer unas facturas
que ella llama ojitos de
buey.
Llevan dulce de membrillo
y por el calor se le
deshacían.
Que intentó dos veces y
desistió.
“Es que si el dulce no es
bueno
la factura no sale bien,
señor”.
Ella de un metro sesenta
con su delantal amarillo
puro ojos, ojos como lagos,
puro sudor,
en una panadería de barrio
de un país bien al sur,
quiso una y otra vez
que el fruto de sus manos
sea bueno.
No había podido y eso le
dolía.
Nos ponemos de pie…
A pesar del cansancio,
la señora de la panadería
sonríe.
Sin quererlo, ni saberlo
con su fusil de harina,
sus ojos como lagos,
hace la revolución.
Jorge Luis Carranza. Tai-Chi. Alción, 2014.
Imagen: Vincent van Gogh. Stillleben mit Gebäck, 1887.
He experimentado encuentros similares en múltiples ocasiones. Sólo hay que dejar de sobarse el ego en las pantallas, mirar en derredor, y VER.
ResponderEliminar¡Qué hermosos lagos! ¡Qué atinado poema!
Salud!
Ay, ver, qué difícil nos lo pones, Loam. Salud!
EliminarQué forma tan maravillosa de tocar el corazón con un poema.
ResponderEliminarChiloé
Tocar el corazón, y también tocar la razón. Salud, Chiloé!
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