Se me ha parado el tiempo. Un fogonazo
de luz sobrecogida,
un relámpago ciego
de resplandor salino o dura escarcha
ha congelado el corazón del mundo.
¿Adónde has ido, Lieva, y qué te han hecho?
Irreal,
el Jardín de Verano está desierto,
no quedan ya ni estatuas,
sino silencio puro
en torno de los árboles de piedra
y ausencias calcinadas
de nombres y de rostros.
La hierba en los senderos
está calcificada y tiene el brillo
del polvo de los huesos
o la primera nieve
que cae sobre Siberia.
Sobre tu banco, hijo,
esta tarde vacía nadie espera.
Conrado Santamaría. De
vivos es nuestro juego. Ruleta Rusa, 2015.
No hay comentarios:
Publicar un comentario