Sucedían cuerdas de
prisioneros; hombres cargados de silencio y mantas. En aquel lado del Bernesga
los contemplaban con amistad y miedo. Una mujer, agotada y hermosa, se acercaba
con un serillo de naranjas; cada vez, la última naranja le quemaba las manos:
siempre había más presos que naranjas.
Cruzaban bajo mis balcones y
yo bajaba hasta los hierros cuyo frío no cesará en mi rostro. En largas cintas
eran llevados a los puentes y ellos sentían la humedad del río antes de entrar
en la tiniebla de San Marcos, en los tristes depósitos de mi ciudad
avergonzada.
Antonio Gamoneda. Lápidas [1977-1986 y 2003]. En Esta luz. Galaxia Gutenberg, 2004.
Imagen: José María López
Mezquita. Cuerda de presos, 1901.
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