¿Venderé mis palabras hoy que carezco de
utilidad, de ingresos, hoy que nadie me fía?
Necesito dinero para el amor, pobreza
para amar. Y el precio de un recuerdo, la subasta
de un vicio, el inventario de un deseo,
dan valor, no virtud, a mis necesidades,
amplio vocabulario a mis torpezas,
licencia a mi caliza
soledad. Porque el dinero, a veces, es el propio
sueño, es la misma
vida. Y su triunfo, su monopolio, da fervor,
cambio, imaginación, quita vejez y abre
ceños y multiplica los amigos,
y alza faldas y es miel
cristalizando luz, calor. No plaga, lepra
como hoy; alegría,
no frivolidad; ley,
no impunidad. ¿Voy a vender, entonces,
estas palabras? Rico de tanta pérdida,
sin maniobras, sin bolsa, aun sin tentación
y aun sin ruina dorada, ¿a qué la madriguera
de estas palabras que si dan aliento
no dan dinero? ¿Prometen pan o armas?
¿O bien, como un balance mal urdido,
intentan ordenar un tiempo de carestía,
dar sentido a una vida: propiedad o desahucio?
Claudio Rodríguez. Alianza y Condena, 1965. En Poesía completa (1953 - 1991). Tusquets, 2001.
Imagen: Béla Tarr. Sátántangó, 1994.