Los versos y los poemas de este libro, a la manera de almazuelas, están hechos con hilvanes y retales de conversaciones oídas al azar a lo largo de estos últimos años etiquetados por quienes mandan como “de crisis”. Durante este tiempo hemos asistido unos con indignación, otras con desesperación, la mayoría con resignación o indiferencia, al desfile espectacular del triunfo del neoliberalismo y al desmantelamiento vertiginoso de las cosas comunes. En calles, bares, supermercados, centros de salud, parques, oficinas, con la paciencia de las espigadoras y el sigilo de los descuideros, he ido apuntando y recogiendo las palabras que la gente decía sin percatarse de que alguien andaba al acecho de sus razonamientos, de sus propósitos, de sus esperanzas y de sus decepciones. No fue una tarea difícil, porque a la gente le gusta hablar.
Luego, en el retiro del laboratorio, el trabajo ha sido más arduo. En primer lugar, y en la medida de lo posible, hube de practicar, por decirlo así, una especie de vaciado de conciencia, para que ningún filtro consciente de intención o interés o prejuicio alterara el resultado de lo que fuera a salir. Erradicado así todo trazo de yo personal, dejaba que las palabras y los enunciados jugaran solos, se mezclaran y agruparan siguiendo sus propios fueros de afinidad o repulsión, ya fueran semánticos, sintácticos, prosódicos o cualesquiera otros que libremente y al margen de mi voluntad se hubiesen querido otorgar. Porque las palabras conocen derroteros secretos y solo hay que seguirlas para que te lleven a territorios bastante inquietantes.
El resultado de todo este trabajo son los poemas que componen el libro, poemas que, una vez terminados, constituyen ya de una vez para siempre objetos estéticos autónomos. Sin embargo, no hay que olvidar, a la hora de leerlos y juzgarlos, el contexto general del que surgen y en el que suceden, una situación política, económica y social determinada.
Pero más allá de discusiones legítimas sobre la carta de naturaleza del arte, su autonomía y su transcendencia, las preguntas más relevantes que a mi parecer lanzan estos poemas son las siguientes: ¿Quién habla en estos poemas? ¿Qué significan verdaderamente? ¿Dicen lo que están diciendo o dicen otra cosa? ¿Qué y quién les confiere su sentido? ¿Qué podemos decir de las relaciones humanas y de la sociedad que los sustentan?
Ciertamente, estamos hechos de palabras, y las palabras nos significan, aunque muchas veces en contra de nuestra propia voluntad. Hay que dejarse hablar, como diría Agustín García Calvo, pero si no andamos con ojo, quien habla en nuestro nombre es nuestro propio enemigo. Otras veces, sin embargo, oímos con asombro que de nuestra propia boca salen palabras que reconocemos como propias, aunque no sepamos de dónde nos han llegado. Discernir en cuáles de todas estas palabras te reconoces es la labor que ahora te toca, avisado lector o lectora. Salud y suerte.