No pasaba los cincuenta años.
En su mirada había un pozo de señales
y sus manos lastimaban al saludar.
Aunque era solo un jardinero,
su cara merecía un papel de villano
en una película de bajo presupuesto.
Perdió cientos de cumpleaños,
el nacimiento de todos sus sobrinos,
la muerte de su hermana y su padre.
Casado con su trabajo
durante la primavera,
el verano y el otoño,
pasó su último invierno
luchando contra un cáncer.
Poco antes de morir,
se le notificó
en un sobre cerrado
la aceptación de su ciudadanía.
Dennis Ávila. Ropa americana. Amargord, 2017.
Imagen: Holger Droste
Estamos más muertos que vivos
ResponderEliminarsi no es esto lo que nos mueve
a arrojar montañas de arena en los engranajes.
Salud!
Este iba por lo del sueño americano, la tierra de las oportunidades, la ideología at its best. Salud y arena!
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