Sólo se ríe un hombre en la fotografía.
Es el desobediente, el retrasado, el loco.
Qué misterio la risa de ese hombre
que nadie quiere ser.
A su lado, sombríos,
los que saben nombrar la privación,
sólo sombras del campo y la miseria,
la desgracia en su casa, en la casa el castigo
de una niña deforme que escuchamos gritar.
Es su grito la máquina de un tren,
el chillido de un cerdo por dentro de la sangre,
un bebé que suplica en la noche perpetua
sentir la piel del otro.
Humilla la pobreza si se instala en los ojos
la mirada del perro suplicante,
si se anuda en el cuello la correa invisible,
si se acepta el maltrato y se agradece el pan.
Grita la niña chica lo que los hombres callan.
El hambre, la obediencia, la mirada del perro,
una familia pobre, la desgracia en la casa
y rondando la casa un deficiente alegre
que se orina las manos y ama la libertad.
Alma limpia que ríe y acuna con sus brazos
a la niña deforme que en sus brazos no grita.
Los santos inocentes, la belleza sin trampa.
Marcos Díez. Desguace. Visor, 2018.
Imagen: Mario Camus. Los santos inocentes, 1984.
"La belleza sin trampa", exactamente.
ResponderEliminarSalud!
Por Agustín, Loam. Salud!
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