Creciendo paso a paso,
moviéndose en la sangre,
avanzando despacio por entre las arcadas
de arterias silenciosas
en la feroz propulsión de la energía,
como un légamo gris y enmarañado
que sopla por la flauta del oído
el aliento enfermizo de sí, de su pobreza,
como un pájaro oscuro entre los dos pulmones,
el estómago, sus vueltas desde dentro del cuerpo,
reventado en la pelea desigual
de hacerse un hueco para cantar un canto
que no sea inaudible,
que haga temblar primero a las rodillas,
después a los mineros,
a los encarcelados
y a los que santifican los domingos,
a los insobornables y su esencia
podrida como un cántaro de mierda,
un canto como un grito como un trueno
inflexible y furioso en su latido,
una voz desde el día de la ira
para prenderle fuego a la historia excesiva
de toda esta amargura que no desaparece,
para quemarse así en su propia violencia,
porque si hay que morir al menos elijamos.
María Ángeles Pérez López. En Voces del Extremo. Poesía y economía. Coord.: Ángela Orihuela Martín. Amargord, 2021.
Imagen: Bruce Davidson
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