PODER REENCONTRAR nuestra voz en nuestras palabras. Habitar nuestras palabras como nuestra casa. Desposeídos, colmados por las voces de sombra que nos atraviesan y extienden un vacío que lo ocupa todo. Allí donde nada es nuestro, y la presión que la dominación ejerce sobre el lenguaje ha llegado a ser inaudita. Hasta el punto de que ya no parece existir lenguaje sino solo discurso. O diferentes discursos que, como piezas de un juego de construcción, pueden ensamblarse a voluntad dentro de un número de combinaciones limitado. La capacidad de enunciación del ser humano pasa ahora de forma mayoritaria por estos bloques, no conoce más que su existencia, hasta el punto de que poco a poco vamos olvidando la facultad de usar el lenguaje libremente, palabra a palabra a partir de nuestras necesidades, y nos limitamos a aquello que es posible decir o no; a lo que un dispositivo cualquiera nos permite decir por nosotros.
Y mientras esto ocurre, el ser humano continúa corriendo tras la realidad. Atraviesa las estancias de su vida como el viento en un palacio abandonado. Lo que la oscuridad le ofrece le aniquila, y la luz no parece llegar nunca. La distancia entre nuestra vida y nosotros es esa imposibilidad que arruina nuestra vinculación al presente. Ella es la que nos impide habitar nuestra vida y nos lanza fuera de nosotros. Pero nos lo impide porque está basada en palabras y discursos que hemos aceptado pero que no nos pertenecen. Nuestra libertad por tanto solo podrá ser recuperada en ese momento soberano cuyo sentido, como afirmaba Bataille, «en ningún caso depende de sus consecuencias»,* que está ahí y que para él es la vida, ese contacto cercano en la densidad de la experiencia. Ahí habita nuestra autonomía. Donde el viento se detiene. Si la poesía hoy por hoy puede hacer algo en favor del ser humano quizá sea facilitar, motivar, multiplicar la aparición de esos instantes. Un cierto tipo de poesía al menos, aquella que nos ayude a reconstruir nuestra vida.
* Georges Bataille: Lo que entiendo por soberanía. Ediciones Paidós, Barcelona, 1996, pág. 89.
Julio Monteverde. Materialismo poético. Aproximación a una práctica. Pepitas de calabaza, 2021.
Imagen: John Boyd. Between the Idea and Reality, 2000.
Espléndidas citas, Conrado.
ResponderEliminarDurante años fui ávido lector de Bataille, cuyos escritos han de ser rumiados una y otra vez si se quiere llegar, o al menos aproximarse, al fondo de su complejo pensamiento. Bataille decía que, toda interrogación lleva inexorablemente a una respuesta afectiva, lo cual concuerda con las apreciaciones sobre la poesía aquí expuestas.
La siguiente cita, extraída de su Teoría de la religión, siempre me pareció y me sigue pareciendo abrumadoramente contundente y comprometedora.
"De forma general, el mundo de las cosas es sentido como una decadencia. Arrastra la alienación de quien lo ha creado. Es un principio fundamental: subordinar no es solamente modificar el elemento subordinado, sino ser uno mismo modificado.
La herramienta cambia juntamente a la naturaleza y al hombre: somete la naturaleza al hombre que la fabrica y la utiliza, pero une al hombre a la naturaleza avasallada. La naturaleza se convierte en la propiedad del hombre, pero deja de serle inmanente. Es suya a condición de estarle cerrada. Si él pone al mundo en su poder, es en la medida en que olvida que él mismo es el mundo: niega al mundo, pero es él mismo quien resulta negado. Todo lo que está en mi poder anuncia que he reducido lo que me es semejante a no existir por su propio fin, sino por un fin que le es extraño."
Salud!
Hemos olvidado hace mucho tiempo que somos mundo. El insoportable sometimiento de las cosas por parte de algunos seres humanos no cesa y la transformación de la herramienta en Megamáquina es el último paso, la autonegación definitiva, que sí nos afectará a todos. Pobres seres humanos, pobre mundo, todo igualado al fin en el colapso. Salud y rebelión!
EliminarTodo eso, sí: Atados al rito de la voz, al servicio del atroz engranaje de la materialidad. Pero también la Alegría combatiente que vivifica la palabra, que emana de las grietas. Agrandemos con ella esos resquebrajamientos de la Megamáquina.
ResponderEliminarSalud y fuerza.
Eso es, LaNanaFea, y aunque cada vez sea más difícil, no renunciar a ser mundo, porque además lo real (no la Realidad) es por definición lo insubordinable, siempre anda escapándose de las redes totalizadoras del Poder. Salud y en eso andamos!
EliminarBien traído. Un mundo humanizado.
ResponderEliminarSalud y alegría, Conrado.