sábado, 21 de agosto de 2021

PAISAJE DE UNA MULTITUD QUE BLASFEMA


 

Veo los ojos de una multitud ciega,

que se mueve sin orden,

y es un banco de peces

domando adoquines y corales

y se queda muda

con sus delirios de vodka.

 

Un hombre es sólo puro a solas

y una pezuña en la guerra.

Y es la multitud quien blasfema

y le prende fuego a las cosas,

la multitud borracha de terrazas

y diccionarios en blanco.

 

Esa multitud sin lentejas

que busca la carne ardiendo,

una muchacha a la que arrasar,

los brazos amorcillados del más débil

y esa raíz cuadrada de la muerte

sobre la niña que se hunde.

La niña recién muerta por mil ojos

que la miran morirse y que quieren

verla morir otras mil veces más.

 

Veo los dientes de una multitud ciega

que sólo escucha sus banderas

y qué tragedia de banderas.

Banderas sin marcapasos:

banderas a las que nadie pone un termómetro

porque las banderas no saben,

porque las banderas no hablan,

sólo con una multitud delante.

Ningún hombre a solas mira una sola bandera.

Ninguna multitud blasfema

si no tiene una bandera.

 

Yo veo a una multitud ciega,

llena de piernas y botas,

con sus cerillas encendidas y el instante del petróleo

y las cadenas que no suspiran

porque son cadenas para matar.

 

Escupo sobre Sarajevo

como ahora podría escupir sobre Rabat

y mi Marruecos,

sobre Granada y sus paseos tan tristes

en los que la multitud blasfema

con su odio de perchas enrarecidas

y sus nombres olvidados.

Esta Granada de cieno,

de nombres que ya no son nombres

y se hacen muchedumbre,

la multitud que no es nadie

sino un ejército asesino,

una maquinaria de palancas,

con su bramido inmenso de la muerte

y sus banderas.

Todas las banderas

de una multitud que blasfema

sobre tu cuerpo y el mío.

 

 

Jesús Arias. Un jardín contra tu nombre. Edición de Isabel Daza. Patronato Cultural Federico García Lorca, Diputación de Granada, 2019.

Imagen: Karl Völker. Bahnhof, 1930.

No hay comentarios:

Publicar un comentario