Cuando hablo de violencia, pienso
en Judit y Holofernes, de Caravaggio:
el tenebrismo al fondo,
la luz entera nace del pecho de Judit,
la vieja con la piel rugosa, tensa la sien,
aguarda la cabeza que agarra la mano de Judit,
la cabeza que grita.
Aunque cuando hablo de violencia
también pienso en mi abuela,
su respingo desconfiado
cuando una silla arrastra las uñas por el suelo,
porque piensa en Alfonso, su marido,
que fue la silla y no el respingo.
Mi abuela que aún coge
el rosario que descansa en su pecho
por si algún Dios piadoso
pudiera mitigar los golpes recibidos.
Pero ni Caravaggio ni los rezos
han sabido ofrecerle la rabia de Judit
o una vieja de piel rugosa
que aguarde la cabeza de Alfonso, su marido,
la cabeza que ahora
junto a ella respira
por una mascarilla de oxígeno.
Abraham Guerrero Tenorio. Toda la violencia. RIALP, 2021.
Imagen: Caravaggio. Judit y Holofernes, 1599.
"Ese" dolor nunca desaparece, no se puede sepultar, se acumula y comprime cual magma incontenible que, tarde o temprano, rompe y emerge de la frágil piel del presente.
ResponderEliminarSalud!
Como todos los dolores que son evitables y los demás nos construyen sin pensar. Salud, Loam!
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