sábado, 20 de agosto de 2022

Comunidad


 

Somos cinco amigos; cierta vez salimos uno detrás del otro de una casa; primero vino uno y se puso junto a la entrada; luego vino, o mejor dicho, se deslizó tan ligeramente como se desliza una bolita de mercurio, el segundo, y se puso no lejos del primero; luego el tercero, luego el cuarto, luego el quinto. Finalmente todos estábamos de pie, en una línea. La gente se fijó en nosotros y señalándonos decía: los cinco acaban de salir de esa casa. Desde entonces vivimos juntos, y tendríamos una vida pacífica si un sexto no viniera siempre a entremeterse. No nos hace nada, pero nos molesta, lo que ya es bastante; ¿por qué se introduce por fuerza allí donde no se le quiere? No lo conocemos y no queremos aceptarlo con nosotros. Nosotros cinco, en verdad, tampoco nos conocíamos antes y, si se quiere, tampoco nos conocemos ahora, pero lo que es posible y admitido entre nosotros cinco es imposible e inadmisible en ese sexto. Además, somos cinco y no queremos ser seis. Por otra parte, qué sentido puede tener esta convivencia permanente, si entre nosotros cinco tampoco tiene sentido, pero nosotros ya estamos juntos y seguimos estándolo, pero no queremos una nueva unión, precisamente en razón de nuestras experiencias. Pero ¿cómo enseñar todo esto al sexto, puesto que largas explicaciones implicarían ya una aceptación en nuestro círculo? Es preferible no explicar nada y no aceptarlo. Por mucho que frunza los labios, lo alejamos empujándolo con el codo, pero por más que lo hagamos, vuelve siempre otra vez.

 

Franz Kafka. La muralla china. Traducción: Alejandro Ruiz Guiñazú. Alianza, 1978.

Imagen: Frank Watters. He's a Queer, 1959.

5 comentarios:

  1. ¿Quién necesita leer a Freud teniendo a Kafka?

    Salud!

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    1. La angustia de la cultura, más que el malestar. Salud, Loam!

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  2. Veo a tantos señalados con el número 6, que me vienen a la cabeza muchas ideas. (homofobia, racismo, xenofobia, etc.). También el rechazo y desdén al pobre (aporofobia). Fíjate: En invierno, los mendigos siguen arropándose en las escaleras de las iglesias, como si nunca hubiera concluido la Edad Media. Y en lo que respecta a la moral la cosa es bien cierta. Las limosnas son la prueba.

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    1. (Y DOS)

      Los bárbaros siempre traen sangre fresca y caliente...

      ¡NO A LA XENOFOBIA!

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    2. La voluntad de no conocer al otro, por el hecho de ser el Otro, como la causa de toda intolerancia, incluso aunque la convivencia entre los Unos sea fruto del azar y carezca de sentido. Salud y barbarie!

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