Estaba oscuro bajo la gran cúpula
donde los niños muertos eran pequeñas luces
que temblaban igual que el firmamento.
Una voz recitaba, interminable,
la lista de sus nombres, igual que una plegaria,
la más triste que nunca ningún Dios ha escuchado.
Pensé en Joana, pues los niños muertos
están siempre en la misma oscuridad.
Soy demasiado viejo: he de llorar por todos.
He construido viviendas que son como vagones,
esqueletos de hierro que un día arrastrarán
a la gente a un final que ya imaginan,
porque todos han visto la verdad,
un destello en un charco de agua sucia.
Aquella sala de los niños muertos
está dentro de mí.
Soy demasiado viejo, he de llorar por todos.
Joan Margarit. No estaba lejos, no era difícil, 2010. En Todos los poemas (1975-2017). Prólogo José-Carlos Mainer. Planeta, 2020.
Imagen: Heba Zagout
Llorar por todos, por los muertos y por los aún vivos y por los aún no nacidos todavía. Llorar por unas fronteras que nunca deberían haber existido. Y que ese llorar sea revuelta contra los que, con su Dios arriba, sangre y ceniza siembran en la tierra.
ResponderEliminarAsí sea, Joan. Como dice el poeta "la verdad, un destello en un charco de agua sucia." Salud!
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