Para Bertolt Brecht
¿Quién amasó el pan de los
que edificaron Tebas, la de las siete puertas?
En los libros no se menciona
el nombre de ninguna.
¿Acaso reyes y canteros
madrugaron por leña para encender el fuego?
Y en Babilonia, destruida
tantas veces,
¿quién acarreó el agua para
los que la levantaron otras tantas?
Y en Lima, resplandeciente
de oro, ¿quién limpió las chabolas donde vivían los albañiles?
¿Quién les hizo la cena a
los obreros la noche que terminaron la Muralla china?
La gran Roma está llena de
arcos de triunfo.
¿Quién curó las heridas de
quienes los erigieron?
¿Quiénes amortajaron a los
vencidos por los soldados de los césares?
Bizancio, tan enaltecida,
¿acaso no tenía lavaderos
para hacer la colada?
Incluso en la legendaria
Atlántida, la noche que fue devorada por el mar,
hasta los esclavos que se
ahogaban clamaban llamando a sus mujeres.
El joven Alejandro conquistó
la India.
¿Quién amamantó y crio a sus
soldados?
César venció a los galos.
¿No llevaba tras sus
legiones siquiera unas prostitutas?
Felipe de España lloró
cuando se hundió su flota.
¿Nadie más lloró la muerte
de los marineros?
Federico II venció en la
Guerra de los Siete Años.
¿Por qué siempre la guerra
para resolver conflictos?
Cada página una victoria.
¿Quién fregó la vajilla del
banquete del triunfo?
Cada diez años un gran
hombre entre hombres.
¿Quién pagó los platos
rotos?
Tantas historias,
tantas preguntas.
Conrado Santamaría. De vivos es nuestro juego. Ruleta Rusa Ediciones, 2015.
Imagen: Paula Rego. La familia, 1988
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