Es un fenómeno notable (ya
lo habrán notado los lectores) esto de que en nuestros tiempos la afición,
cultivo, recompensas y publicaciones de POESÍA hayan crecido y sigan creciendo
a proporciones nunca alcanzadas en la historia: de lo más alto a lo más bajo,
poetas de nombre escriben libro tras libro de líneas cortadas y ricas en
fruición para entendidos que producen a su vez larga literatura sobre POESÍA;
premios, para esa alta POESÍA u otra menos alta, convocan a la menor a miles de
aspirantes, y no hay Banco, Caja de Ahorros y hasta Inmobiliaria o Empresa de
cualesquiera productos de cierto éxito, que no contribuya a algún premio o
congreso de POESÍA; pero cunde también entre gente menos letrada, y en cada
pueblo o barrio se organizan recitales con premiecillos para miles que acaso no
saben hacer un mal verso, pero que eso no les priva de sentir una gran pasión
por la POESÍA; y hasta los cantautores baratos, que se habían olvidado de lo
que era cantar algo que dijera algo, a veces al menos, por ejemplo si quieren
hacerlo en rap, con meter una rima consonante a trechos, rinden un vago
homenaje a la POESÍA.
Asombroso; y más para los
que se acuerdan de tiempos en que POESÍA era cosa de cuatro locos, y apenas
asomando en cuadernillos andrajosos o arrinconada en un periódico provinciano.
¿Cabe que algunos de ustedes (no me lo quiero creer) se alegren de este gran aprecio
y promoción de la POESÍA bajo el Régimen actual? Desde luego, los que sentimos
que este Régimen es sencillamente la forma más avanzada de administración de
muerte no podemos ponernos muy felices con el fenómeno.
Ninguna cosa que mueva tanto
dinero puede ser una cosa buena. Y eso, que vale para cualquier producto que
alcance el gran éxito, el interés del Capital y por tanto de los órganos
culturales a su servicio, ha de valer también para la POESÍA.
Y, como tal vez haga falta
decirlo más claro todavía, ya seguiremos otro día razonando el sentimiento, si
nos dejan.
No puede ser que algo que,
como la POESÍA, mueve dinero y se gana la promoción de Banca o Ministerios sea
nada bueno. Lo que pasa tal vez es que el nombre, POESÍA, sonaba a algo bueno,
y sigue por lo bajo, como un eco, despertando en mucha buena gente aficiones y
pasiones por la POESÍA: aludía quizás a un juego de las palabras que venía, por
algún descuido venturoso, a descubrirle, al que lo oyera, lo falso del orden y
realidad que el Poder le imponía, y luego, repitiéndolo la gente, cantándolo y prendiéndosele
en la memoria, seguía en su oscura y gozosa labor de desmentir las realidades.
Lo cual no podría el Poder
consentirlo ni subvencionarlo, ya que tal juego de la POESÍA atentaría a la fe
que Lo sostiene. Y entonces ¿cuáles habrán de ser las condiciones para que
ciertas poesías se ganen el aprecio, promoción y premios de la Empresa y la
Administración?
Bueno, desde luego que el
Poder escoge, entre las crías de su grey, a los bien dotados y hábiles para
futuros poetas laureados (como prefiere a los más prometedores matemáticos o
científicos en ciernes), porque eso le tiene más cuenta que andar promocionando
torpes y tontos declarados; pero, ya dentro de eso…
No se trata de lo que digan
los versos o trocitos de escritura, que, sea osado, subversivo, revolucionario,
da igual, todo cuela y no está ahí el juego: la condición primera es que lo que
hagan no valga para nada (sólo para hacer Cultura, eso sí), que no haya peligro
de que a nadie le vaya a herir de veras y a revelar la desolación y trampa de
la realidad que el Régimen (p. ej. el del Bienestar) le vende.
Y, como a los más de la
gente lo que les llega son productos, ya clásicos o ya a la última, admitidos
para el éxito, poca esperanza nos cabría poner en la POESÍA. Menos mal que
nunca estamos tan del todo hechos que no puedan a alguno, hasta a un poeta,
escapársele, contra su fe y la del Régimen, “unas pocas palabras verdaderas”.
Agustín García Calvo. Mentiras principales. Lucina, 2013.
Imagen: Paul Cézanne. El beso de la Musa, 1859-60.
No hay comentarios:
Publicar un comentario