jueves, 29 de octubre de 2015
miércoles, 28 de octubre de 2015
No inútilmente
Contemplo yo a mi vez la diferencia
entre el hombre y su sueño de más vida,
la solidez gremial de la injusticia,
la candidez azul de las palabras.
No hemos llegado lejos, pues con razón me dices
que no son suficientes las palabras
para hacernos más libres.
Te
respondo
que todavía no sabemos
hasta cuándo o hasta dónde
puede llegar una palabra,
quién la recogerá ni de qué forma
con suficiente fe
para darle su forma verdadera.
Haber llevado el fuego un solo instante
razón nos da de la esperanza.
Pues más allá de nuestro sueño
las palabras, que no nos pertenecen,
se asocian como nubes
que un día el viento precipita
sobre la tierra
para cambiar, no inútilmente, el mundo.
José Ángel Valente. La
memoria y los signos. Revista de Occidente, 1966.
Imagen: Berenice Abbott. Magnetismo y llave.
lunes, 26 de octubre de 2015
Cuando uno va ganando
Cuando uno va ganando
hasta las trancas
hasta arriba de luz sin concesiones
y el asfalto desliza con el
viento en la popa
y las olas se arrastran
a comer de tu quilla
Cuando uno va ganando
no hay distancias penumbras
variaciones
no hay temor o memoria
del suelo que sustenta
de la espuma vencida
de las leyes que arrasan
Cuando uno va ganando
ya mansas las palabras
se arriman te requiebran
y anidan en tu pecho la
belleza inmediata
la verdad dominante
Cuando uno va ganando
cuando uno va ganando
y sin embargo
Conrado Santamaría. De vivos es nuestro juego. Ruleta Rusa Ediciones, 2015.y sin embargo
Imagen: James Ensor. Los cocineros peligrosos, 1896.
domingo, 25 de octubre de 2015
Ya todos saben para quién trabajan
Traduzco un artículo de Esquire
sobre una hoja de la Kimberly-Clark Corp.,
en una antigua máquina Remington.
Lo que me paguen irá directamente a las arcas
de Gerber, Kellogg´s,
Procter and Gamble, Nabisco, Heinz,
General Foods,
Colgate-Palmolive, Gillette
y California Packing
Corporation.
José Emilio Pacheco. No
me preguntes cómo pasa el tiempo, 1964-1968. En No me preguntes cómo pasa el tiempo. Poesía II (1964-1972). Visor,
2010.
Imagen: Inge Morath. Sin título (de la serie Máscara con Saul Steinberg), 1959).
sábado, 24 de octubre de 2015
Fábula
Pobres animalillos.
También la leyenda negra
es su destino:
el pez grande
que se come al chico,
la serpiente,
alcahueta de paraísos;
las moscas,
presas de patas en sus vicios;
cuatrero, el lobo,
el camaleón, político;
pulgas, ratas,
mosquitos;
¡Reíos de las plagas
de Egipto!
El tiburón, implacable;
y los frívolos:
la hiena, el loro, la cotorra,
las gallinas, los periquitos;
sus telas, las arañas,
sus lágrimas, los cocodrilos;
¡y el no va más de lo terrible,
de lo inaudito!:
¡la rebelión en la granja!
Pobres aimalillos…
Jesús Lizano. Héroes.
Huerga & Fierro, 1995.
Imagen: Hendrick Goltzius, Mono encadenado, 1592-1602.
miércoles, 21 de octubre de 2015
Un lugar para no dormir
Hamlet
fue ingresado bajo vigilancia en el centro
psiquiátrico de Nevermore después de propiciar algunas revoluciones.
Dijeron que temían que la
locura lo llevara al suicidio.
La
psiquiatría, sin embargo, solo era para ellos una forma de higiene pública, de
mantener a salvo todo el orden social:
todas las ideas peligrosas
debían ser encerradas.
Por
la noche, los partes meteorológicos hacían caer la nieve como en un vídeo del
fin del mundo.
El
viento sonaba desde lejos en la misma frecuencia que las frecuencias policiales.
Las
sombras no eran un estado donde comunicarse con los muertos, una vía para la
revelación.
Aplacaron
la ira de Hamlet con la ira de las leyes.
Volvieron
su odio en un arma disparada en su propia cabeza.
Las
descargas eléctricas lo convirtieron en un filósofo de la duda:
dudaba
de quién era y de la verdadera naturaleza de lo que estaba fuera de él.
Las
traiciones alimentaban el poder.
¿Dónde
estaban los justos?, se preguntaba. ¿Dónde en quién confiar?
El
dinero era obra de crímenes y de mentiras.
Ser
poderoso era una forma de corrupción.
Nadie,
excepto los muertos, podía decir que estuviera vivo.
A
través de los cristales veía un cielo blanco como un montón de pastillas
derramadas encima de la mesa.
El
hielo en las ventanas era un fármaco más.
Por
la noche iluminaban fuertemente su habitación para que no durmiera.
En
la potente claridad veía espectros y mundos invisibles.
En
los labios se agrietaba su saliva.
Oía
voces que habían dejado de existir.
Sus
ojos estaban apresados por enigmas, por la deslealtad al amor.
Dicen
que cometió crímenes y provocó catástrofes.
Que
nada en el mundo después de él volvió a ser igual.
Diego
Doncel. El fin del mundo en las
televisiones. Visor, 2015.
Imagen: Raymond Depardon. Manicomio. Italia, 1977-1981
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