A Marcos Ana
¡Y que haya tanto espacio abierto, tanto
aire libre,
tantas ganas de luz, y sin embargo,
con qué primor, con cuánta
delicadeza, sí,
arrodillados,
vamos limpiando,
engrasando,
abrillantando,
nuestros cerrojos!
Y entre estos muros ciegos,
con la bayeta al hombro, el uniforme
cada vez más lustroso
y un rumor de cadenas a la espalda,
nos creemos a salvo y
buenos días
buenas
tardes compadre hoy hace frío
qué
tal van los barrotes? se ha apretado
bien
fuerte esta mañana
la
mordaza? otra bomba
en
oriente otro naufragio
ya
usted bien sabe
que
como en este calabozo
en
ningún sitio
Y es tan amplio y vistoso nuestro patio
por donde damos vueltas
y vueltas
a la sombra
en torno a escaparates,
con la bayeta al hombro,
que olvidamos que existen otras celdas
inhumanas, más crudas de castigo,
de cuyo desamparo surgen voces
más heridas sin duda, pero menos,
mucho menos cautivas,
muchos menos dañadas,
que siguen preguntando a cada instante
cómo es un árbol.
Y nosotros,
nosotros,
sin respuesta,
en medio de la calle, entre barrotes,
con la bayeta al hombro, el uniforme
cada vez más lustroso, los cerrojos
bien engrasados,
suavemente cerrando el horizonte.
Conrado Santamaría