jueves, 28 de abril de 2022

SOBRE LAS IDEAS


 

            Decía Kropotkin que la revolución se producía en la cabeza. Aludía con ello a un momento de comprensión, una aha experience, consistente en percibir que la brutalidad venía de la propiedad, y que la propiedad venía garantizada por el Estado. A esa sencilla ecuación se le denominaba La Idea. Y al momento de su aprehensión, revolución. Cuando La Idea entraba en la cabeza se producía, así, un gran cambio en la percepción que lo cambiaba, a su vez, todo. La vida, en efecto, cambiaba. Cambiaba la percepción de los demás, de la amistad, de la pareja, de la paternidad, de la maternidad. Cambiaba la idea de la propiedad, del dinero, del trabajo, del ocio, del consumo. Era, en efecto, una revolución. Eso fue, por ejemplo, lo que le pasó a Tolstoi. Después de esa revolución en su cabeza creó escuelas, liberó a sus siervos, les dio la tierra. Y murió en una estación de tren, junto a su hija, intentando huir de una familia que no entendió su cambio. Yo vi personas con esa cabeza. Hace décadas que no existen. Las añoro. No eran Tolstoi. Habían aprendido a escribir a duras penas. Tenían una mirada tranquila, humilde, que no he vuelto a ver. En cierta manera, poseían la mirada del inmortal, la persona que, salvo al destino, no espera ni teme nada, porque ya lo tiene todo.

            Me pregunto cuándo cambió todo. Cuándo dejó de ser posible que la revolución se produjera en la cabeza. Cuándo, de pronto, se empezó a producir, en contrapartida, absolutamente todo en la cabeza. Todo. Mejor que en la realidad. Con todo lujo de detalles, de respuestas, de soluciones. Con una energía tan vital que suple la vida, que suple liberar a siervos, darles la tierra. Con más vehemencia, pero sin ningún contacto con el exterior de la cabeza. Cuándo en la cabeza se produjeron políticas tan perfectas y vívidas que impiden ver la brutalidad cotidiana. Cuándo se dejó de percibir la brutalidad porque, en la cabeza, no cabía, ensuciaba el paraíso que nos explicaban.

17 de febrero de 2019

 

Guillem Martínez. Los domingos. Aula literaria Jesús Delgado Valhondo. Nº 112.

Imagen: V. I. Rossinsky. Tolstói se despide de su hija Alexandra, 1911.

2 comentarios:

  1. Bona pensada. Pero siguiendo su teoría de la revelación, cabe llegar a la lógica (no mágica) conclusión de que esa clase de revolución nada tiene que ver con aquello que llaman rebelión.

    Chiloé

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    1. No estoy muy de acuerdo. El momento de la revelación/revolución ya es en sí mismo un acto de rebelión. Ahora bien, esa rebelión debe objetivarse en el mundo real, transformando estructuras reales, de lo contrario es humo de pajas mentales. Salud!

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