Aun no era la primera
luz del día
cuando, sin ceremonia alguna,
olvidando las advertencias de los magos,
mirando de reojo a nuestra espalda
desconfiando por si acaso,
abandonamos el agujero oscuro
de las seguridades bien instituidas:
lo que ha de creerse,
lo que ha de evitarse,
lo que ha de temerse,
lo que está bien, evidentemente,
lo que huele bien
aunque apeste a humo y a cerrado.
Hace medio millón de años.
Así inventamos los caminos.
Sin miedo. Y sin destino.
Francisco Marín Campos. De Gaya Ciencia: canciones de amor y de guerra. (Poesía 1972-2018).
Imagen: María Onetto, M. Luz Funes, Andrea Murgo. Cueva de las Manos, Río Pinturas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario