martes, 3 de junio de 2025

Timo en la aduana


 

Y cuando en la interminable cola,

perdidos ya todos tus derechos,

todos empujan indignados:

blancos primero, afros y chinos;

latinos, indios y musulmanes;

para que sus familias no sequen

sus calcetines de zurcida rabia

al viento rasante del metro

que taja todas sus gargantas.

Y según la fuerza de cada cultura

vas entrando por una puerta diferente,

puede que te admitan

por la de inmigrante, la de turista

o por la de business class sin demoras.

Y nadie quiere ser el último.

Y nadie quiere esperas.

Y cuando por fin te regalan el visado

para no volver nunca más a tus raíces,

a no ser que llegues

en carro alquilado de diamantes

que admiren los vecinos,

te enseñan su forzoso idioma

para cargar contra todos tus antepasados,

que te dejaron anchas palabras pero pocos dólares,

y todo se reduce a sacar las automáticas,

escondidas desde siglos

entre tu castigada piel y las cuatro tallas más

de tus vaqueros vencidos.

Y nadie entonces se conforma,

porque no queremos

que por heterodoxos nos deporten,

pues dentro de poco nuestra cultura

no valdrá nada, y porque de todos modos,

te la arrancarán del vientre

como droga en la aduana.

 

 

Balbina Prior. Timos de la edad desnuda. Sial, 2008.

Imagen: El Anatsui. Bleeding Takari II, 2007.

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