De pronto las brumas rosadas, las densas brumas
corpulentas,
desprendieron palomas blancas de sus garras: dientes con
alas,
que en los aires formaron la dentadura del cielo.
Entonces vimos a los dentistas nucleares blandir sus
alicates
de uranio y disparar, y llover las palomas dentales
sobre el prado luminoso de lava y zafiros.
El aullido vibrante del cielo hizo parir las vírgenes,
y nuestros rostros conocieron la caída de la sangre
celeste
y el fruto de la guerra.
Óscar Hahn. Arte de
morir, 1977. En Archivo expiatorio.
Poesías completas (1961-2009). Visor, 2009.
Imagen: Explosión nuclear fotografiada con una cámara
Rapatronic. Nevada, 1952.
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