Cabeza de Castilla,
tierra sagrada,
polvo, sudor y hierro,
nadie cabalga.
Los franceses se llevaron sus derechos,
te quedaste un cacique y la bandera,
los niñatos heredando y los jóvenes,
al destierro, con su herida y su maleta.
Burgalesa, burgalesa,
escribe tú la canción,
besa a quien te dé la gana
o cágate en el amor.
El invierno encala la carcajada,
otro año que no llega el Carnaval,
de dolor el pueblo llena las botas
por San Quien Toque de Turno a celebrar.
Los curas y militares
ensucian la Catedral,
tan cerca del arzobispado,
tan lejos de Villalar.
Madrugan tus barrios que nunca despiertan,
tus calles se pintan de frío en la cara.
Un vino en la barra. “¿Me deja el Diario?”
El puchero cociendo un guiso de nada.
Capital de la Cruzada.
Antonio José, en Estepar.
Marcos Ana, en el penal.
Solo se ganan batallas
cuando ruge Gamonal.
Y aunque insistas en entonar el Réquiem,
noventa bares, una librería,
mi puñadito de desobedientes
te lloramos siempre por alegrías.
Marcos Erro. En Haciendo,
haciendo. Once maneras de mirar de frente. El Perdigón, 2017.
Imagen: La
conjura de los necios.
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