Este poema surgió a raíz de distintas discrepancias
con Jorge Villalmanzo, quien se
refugiaba en la idea de que él ya había escrito algún poema comprometido y que
no entendía que debiese reescribir de distinta manera ese mismo poema. Sirvan
estos versos para recordar a Jorge y para persistir en mi error de que la base
de la poesía o es social o no será...
¿He de escribir todos los días
el mismo poema?
¿Acaso no se repiten,
como latidos de lo inútil,
las mismas penas
grises y débiles como hojas de diario?
¿O es que ustedes, poetas de lo habitual,
no le dicen cada noche:
os amo y os contemplo
a la musa?
¿O será que no lloran
idéntica desdicha por su propia existencia
tan sin existir cada veintipocas horas?
Cómo no voy yo, entonces,
a escribir y describir las hambrientas
bocas de quienes sufren.
A pedir, boca en
grito,
una revolución verificable y versificable...
a dejar de rabiar.
¿Cómo a mirar para
otro lado?
Aunque sea hacia el rostro mismo del amor.
He de escribir todos los días ese poema.
Sísifos del hambre,
Sísifos de la tortura y la cárcel,
de la oscuridad,
¿cómo podría explicaros
que hubo días que no escribí ese poema?
Ese mismo poema político
de manos sucias
y de uñas rotas,
donde os nombro,
con la vergüenza de la comodidad,
desnudos de toda justicia,
esclavos del capitalismo
todos los días.
Todos los putos días
que tragamos nuestra lengua
-de poetas sin diario-
para no decir,
para no dar queja,
de la cotidiana injusticia
que os hace poemas.
Poemas de lo triste,
del sufrimiento,
de una muerte cruel y cotidiana,
poemas de corazón en carne viva,
en carne rota.
¿Quién soy yo?, digo, ¿qué autoridad tengo, para no escribir
todos los días el mismo poema?
Rubén de la Peña. En Haciendo, haciendo. Once maneras de mirar de
frente. El Perdigón, 2017.
Imagen: Franz Wilhelm Seiwert.
Manifestación, 1925
Si el terco pulso del corazón cesara...
ResponderEliminarSalud!
...viviríamos como muertos
Eliminaral fondo de una zanja.
Salud y corazón