Unos lo llamaron
Imperturbancia
otros
el Placer;
la
Virtud aquéllos,
éstos
la Verdad;
para
algunos sólo
el
Bien se llamaba;
unos
en el oro
lo
ponen, otros
en
el cielo; acaso
la
tabernera
lo
vistió del nombre
y
los calzoncillos
de
un marinero
que
quedó al pasar;
y
el anacoreta,
por
ahorrar saliva,
le
dice a secas
Dios;
o suspirando
también
algunos
Vida
lo llaman,
y
otros, con los ojos
endurecidos,
Muerte;
en las revistas
de
colorines
es
Felicidad,
en
la negra prensa
Paz
o Progreso
u
Orden o Justicia,
si
cuadra; a otros
les
oí mentar
con
sus cinco sílabas
la
Revolución,
y
hasta los más pobres
gritan
al menos
Libertad.
Pero ea,
vosotros,
pobres
de
la tierra, nunca
creáis
en nada:
una
cosa es cierta,
que
no se sabe
cómo
se llama,
ni
aun siquiera acaso
si
tiene nombre:
nombre
son los otros
los
que lo tienen,
este
carnicero
y
aquel ministro
y
esa bandera
y
esa lavadora
y
el automóvil
ese
y esas cárceles.
Todos
ésos,
sí,
sabed quién son,
para
con su propio
nombre
matarlos;
pero
lo que amas,
jamás
su nombre
sepas:
el amor
por
amor es mudo;
la
declaración
de
tu amor es sólo
el
no de tu odio.
Agustín García Calvo. Canciones
y soliloquios. Lucina, 1982.
Imagen: Eric Lafforgue. Niña yazidi refugiada del Kurdistán
iraquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario