Las migas que dejamos a nuestra espalda se convirtieron en electrones vertiginosos que se desintegraron en la oscuridad de la noche
Luego o quizás antes los caminos se deshilvanaron como moléculas desorientadas
Los cantos mecánicos de las sirenas se dejaron oír en el silencio atómico de los aceleradores para siempre detenidos
En los refugios los consejeros arrastraban de copas sobre tapetes estampados con bosones de higgs
mientras los mensajes de las emisoras se rebobinaban en un bucle incomprensible
Y abortadas las sinapsis las neuronas danzaron ensimismadas como giróvagos sin centro
Sacha Viveros. El borrador absoluto. Nebulosa, 2018.
Imagen: Toyen. Bramborové divadlo, 1941.
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