Sí, abuelo,
ya nos acostumbramos
a comer cacahuetes en lata,
esos que dijiste
que si algún día los veíamos
ahí metidos,
la cosa venía mala.
Sí, abuelo,
para acabar de cagarla
los puedo pagar con bizum
en el bar del chino,
hasta el churro que se come el perro
va por bizum.
A veces me ladra el chucho
y pienso si será
por lo que tú decías
o porque cobre el chino
de un teléfono a otro.
Pero no, abuelo,
me recuerda el perro
que aquí se fusila mucho
que a qué espero para contarlo.
Si nadie me hace caso.
Mira abuelo, amor,
ayer fusilaron a Cernuda
debajo de unas tapas rojas,
una niña tonta de largas trenzas
revolvió sus versos
y luego contó que eran de ella
y vendió libros como churros
y cobraba por bizum.
Ya sé, ya sé, abuelo, amor,
que no haga chistes,
que qué te cuento
si no sabes quién fue Cernuda,
si no sabías leer ni escribir
qué te cuento de libros, versos
y del bizum.
De fusilar sí,
cayeron muchos, contaste,
casi todo el pueblo.
Aquí también estamos cayendo,
pero es otra guerra la nuestra,
aquí se empieza fusilando
con unas tapas rojas a Don Luis
y se acaba pudriendo el aire.
Si respiras caes al precipicio
de los idiotas
que quieren ser alguien.
Si no respiras debes correr
para poder salvarte
de un gigante,
que sabe que tienes varias vidas
y aunque mueras en una
puedes llegar a escaparte.
No, no es ningún juego.
Vivimos así.
Nos hemos vuelto locos
con tanta cosas nuevas,
tan locos que olvidamos
la hierba, los animales.
Vivimos a costa de todo,
hasta de matar la tierra,
sí, aquellos terrones secos
que tanto querías.
Ya lo sé, abuelo, amor,
que vamos a reventar todo
que no queda tiempo
ni para plantar semillas.
Que la próxima peste
nos va a cegar de lleno.
¿Tu casa?
Ay, abuelo, amor,
no he vuelto por ahí,
ya sé que la excavaste en la roca
para que la abuela y los chicos
tuviesen donde refugiarse.
Te lo prometo,
volveré a ella
y escribiré en sus paredes
lo que me dijiste:
Cuida la tierra
y las palabras.
Sin ellas, todo estalla.
Sagrario Manrique. En Voces del Extremo. Poesía y economía. Coord.: Ángela Orihuela Martín. Amargord, 2021.
Imagen: Iván Kramskoi. Mina Moiseyev, 1882.
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