Está tan lleno el mundo. Terriblemente lleno.
De montañas, de árboles, de cuarteles, de fábricas.
De casas con vecinos y blancos sanatorios.
(De vez en cuando hay flores. No las cortéis, amigos.
De vez en cuando hay ríos como venas sin brújula.)
Hay tantos trenes, cárceles, torpederos, aviones,
motores, cines, bancos, quirófanos, tabernas.
Tantas lindas estrellas y anuncios luminosos.
(Coñac Barbier, Calzados Eureka y así, muchos.)
(También hay automóviles más veloces y bellos
que arcángeles de acero con las alas plegadas.)
Hay mujeres que ríen. (Rouge aux lèvres. Pitillos.)
Hay niños que sollozan detrás de las paredes
junto a madres dormidas con una piedra al cuello.
Y bebés custodiados en cunitas cromadas
que engordan entre leche condensada y puntillas.
Hay dulces solteronas que cuidan un perrito.
Muchachas con los ojos divinamente tontos.
Y adolescentes rubios con el vello erizado
por extraños deseos.
El mundo, sobre todo, está lleno de hombres.
Cuántas manos inútiles, camisas remendadas,
zapatos descosidos lamiendo los asfaltos.
Cuántos ojos y bocas acechando voraces.
Cuántos cerebros blancos con pensamientos peces
girando entre benéficas pastillas de aspirina.
No olvidemos los sabios. Esos sabios atroces
que trasnochan jugando con palabras difíciles:
Ciclotrón, supersónico, cibernética y otras.
Está tan lleno el mundo, que yo, palabra, amigos,
no sé dónde ponerme.
No sé si tengo sitio.
Los poetas sobramos.
Ángela Figuera Aymerich. El grito inútil, 1952. En Obras completas. Hiperión, 2009.
Imagen: Alfred Eisenstaedt. Grand Hotel dining room, St. Moritz, 1932.
Hasta que el poeta llamó a mi puerta,
ResponderEliminarno supe lo pernicioso que era tenerla
(cerrada).
Salud!
Hasta que el poeta dijo mi nombre,
Eliminarno supe lo pernicioso que era tenerlo
(propio).
Salud!
Y la estampa
ResponderEliminar(discreta)
Salud!
Jna