Los ruidos normales después
de las catástrofes,
golpes aquí y allá, como
reconvenciones
o como caricias,
en las cosas que fueron
causantes o causadas.
Atrevimientos, poco a poco,
a la salida, a la espansión,
al orden,
a la revisión triste (triste
siempre).
Aquí y allá, un respiro;
un sonarse el llorar; la
afable voz (flor de la frente)
que piensa cómo aquello
pudo haber sucedido a quien,
todos los días,
a lo que cada día
usábamos, tratábamos con la
destemplanza.
Roces unidos, un momento, de
seres y de cosas,
sobre ruinas o sobre vacíos,
para incluirnos, todo, con
lo altivo intacto,
en el olvidador refujio
físico o moral del tiempo nuevo.
Juan Ramón Jiménez. En el otro costado, 1936-1942.
Imagen: Dino Valls
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