No
es justo que amor se nombre.
Sor Juana Inés de la
Cruz
Mírame. Soy lo mismo que una
sierva
que acata a su señor sin
levantar los ojos.
Porque el miedo al castigo
tira más fuerte que la
libertad,
sube más alto el hambre que
la sed de justicia,
pesa más el deseo y menos la
razón.
Dicen que no se puede vivir
sin esta cosa
que va matándome, sin esta
duda
que trabaja en los campos
estériles del amo
por apenas la cama y las
migajas.
No se puede vivir sin un
salario,
sin este marcapasos de
subsidio.
Pero yo voy viviendo sin
misterio ni fechas.
Con besos miserables, con
baños de agua fuerte,
con almuerzo de virus, con
sales y bacterias,
con lujo de caricias, con
hambre a veces. Y odio.
Y con más odio que hambre
voy callando.
Como una sierva, como un
niño
tirado a la basura o como
párvula
sin plumier ni pupitre. O
como joven
somalí moribundo, así mi
vida.
Así, mi vida, sigo en esta
búsqueda
de tu huella perdida en la
borrasca.
Y tú corres, te marchas a propósito.
Viertes sobre mi cara la
lejía del tiempo,
inventas la gramática del
tacto,
derramas esa cosa
imprescindible,
esa cosa sin nombre que
fermenta
en la voz como un
desperdicio.
Me miras como si fuera un
billete
que te da el carnicero con
sus dedos de sangre,
ese papel que coges porque
no,
los residuos de víscera no
le restan valor.
De mí haces serpentinas y
confeti
mientras escarbo en esto que
no es justo
que se nombre aunque todos
lo pronuncian.
Y te llamo y te busco y
frente a ti
me arrodillo con lágrimas
impropias de mi clase.
Igual que los esclavos.
Isabel Pérez Montalbán. Un cadáver lleno de mundo, 2010. En Qué será ser tú. Antología de poesía por la
igualdad. Antólogas: Ana Pérez Cañamares y María Ángeles Maeso. Universidad
de Sevilla, 2018.
Imagen: Paula Rego. Traga la manzana envenenada, 1995.
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