martes, 9 de junio de 2020

Los campos estériles


No es justo que amor se nombre.

Sor Juana Inés de la Cruz



Mírame. Soy lo mismo que una sierva

que acata a su señor sin levantar los ojos.

Porque el miedo al castigo

tira más fuerte que la libertad,

sube más alto el hambre que la sed de justicia,

pesa más el deseo y menos la razón.


Dicen que no se puede vivir sin esta cosa

que va matándome, sin esta duda

que trabaja en los campos estériles del amo

por apenas la cama y las migajas.

No se puede vivir sin un salario,

sin este marcapasos de subsidio.

Pero yo voy viviendo sin misterio ni fechas.

Con besos miserables, con baños de agua fuerte,

con almuerzo de virus, con sales y bacterias,

con lujo de caricias, con hambre a veces. Y odio.

Y con más odio que hambre voy callando.

Como una sierva, como un niño

tirado a la basura o como párvula

sin plumier ni pupitre. O como joven

somalí moribundo, así mi vida.

Así, mi vida, sigo en esta búsqueda

de tu huella perdida en la borrasca.

Y tú corres, te marchas a propósito.

Viertes sobre mi cara la lejía del tiempo,

inventas la gramática del tacto,

derramas esa cosa imprescindible,

esa cosa sin nombre que fermenta

en la voz como un desperdicio.

Me miras como si fuera un billete

que te da el carnicero con sus dedos de sangre,

ese papel que coges porque no,

los residuos de víscera no le restan valor.

De mí haces serpentinas y confeti

mientras escarbo en esto que no es justo

que se nombre aunque todos lo pronuncian.

Y te llamo y te busco y frente a ti

me arrodillo con lágrimas impropias de mi clase.

Igual que los esclavos.





Isabel Pérez Montalbán. Un cadáver lleno de mundo, 2010. En Qué será ser tú. Antología de poesía por la igualdad. Antólogas: Ana Pérez Cañamares y María Ángeles Maeso. Universidad de Sevilla, 2018.

Imagen: Paula Rego. Traga la manzana envenenada, 1995.

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