Viajero, tú nunca
te olvidarás si pisas estas
tierras
del pino.
Cuánta salud, cuánto aire
limpio nos da. ¿No sientes
junto al pinar la cura,
el claro respirar del pulmón
nuevo,
el fresco riego de la vida?
Eso
es lo que importa. ¡Pino piñonero,
que llegue a la ciudad y
sólo vea
la cercanía hermosa
del hombre! ¡Todos juntos,
pared contra pared, todos
del brazo
por las calles
esperando las bodas
de corazón!
¡Que vea, vea el corro
de los niños, y oiga
la alegría!
¡Todos cogidos de la mano,
todos
cogidos de la vida
en torno
de la humanidad del hombre!
Es solidaridad. Ah, tú,
paloma
madre: mete el buen pico,
mete el buen grano hermoso
hasta el buche a tus crías.
Y ahora, viajero,
al cantar por segunda vez el
gallo,
ve al pinar y allí espérame.
Bajo este coro eterno
de las doncellas de la
amanecida,
de los fiesteros mozos del
sol cárdeno,
tronco a tronco, hombre a
hombre,
pinar, ciudad, cantemos:
que el amor nos ha unido
pino por pino, casa
por casa.
Nunca digamos la verdad en
esta
sagrada hora del día.
Pobre de aquel que mire
y vea claro, vea
entrar a saco en el pinar la
inmensa
justicia de la luz, esté en
el sitio
que a la ciudad ha puesto la
audaz horda
de las estrellas, la
implacable hueste
del espacio.
Pobre de aquel que vea
que lo que une es la
defensa, el miedo.
¡Un paso al frente el que
ose
mirar la faz de la pureza,
alzarle
la infantil falda casta
a la alegría!
Qué sutil añagaza, ruin
chanchullo,
bien adobado cebo
de la apariencia.
¿Dónde el amor, dónde el
valor, sí, dónde
la compañía? Viajero,
sigue cantando la amistad
dichosa
en el pinar amaneciente.
Nunca
creas esto que he dicho:
canta y canta. Tú, nunca
digas por estas tierras
que hay poco amor y mucho
miedo siempre.
Claudio Rodríguez. Conjuros, 1958. En Poesía completa (1953-1991). Tusquets, 2004.
Imagen: Paul Cézanne. Le grand pine, 1887-89.
No hay comentarios:
Publicar un comentario