Hay quien asegura que, para
apreciar totalmente a un poeta, hay que conocerlo a nivel personal, porque así
sientes sus versos más cercanos a tu propia alma; el lenguaje del poeta te
afecta con mayor facilidad. En cierto modo, estoy de acuerdo. Cuando salía para
clase y era enlatado en el autobús o en el metro, sacaba alguno de los libros
de Conrado de la mochila y le sentía muy cerca mientras repetía sus palabras: carrera
atroz trampa adelante. Me quedaba pensando en por qué otro verso sonaba tan
desgarrador, o paseaba con mi amigo, en su juventud, en una tarde de
septiembre; su pueblo se había vaciado de almas. Como lector, uno seguía los
pasos del poeta, se desgarraba y se inflamaba de vida con él. Por eso, cuando
tuve la suerte de citarme con Conrado, y me aseguró que su último libro no era
un poemario sino más bien un experimento, me resultó un tanto extraño.
Pero si leen Lóbiter
(Archivo de crisis) – publicado por Amargord–, se dejarán llevar por el
juego que propone Conrado Santamaría (Haro, 1962), en el que el poeta ha
preferido borrar su yo a la manera fenomenológica, dejando que las expresiones
que ha escuchado todo este tiempo en aulas, bares, huelgas, iglesias, plazas,
calles, pueblos, ferias…, dejando que esas expresiones de alumnos, abuelas,
jóvenes presas del desamor, borrachos, ancianas saliendo de misa, campesinos, o
pequeños empresarios a punto de entrar en bancarrota; que todas esas
conversaciones y dichos se registraran en sus cuadernos, para que, a través del
trabajo pausado y atento, destilar el lenguaje de manera que ya no quedaran
unos diálogos a la manera de la prosa que trata de reflejar la oralidad – y que
por tanto se ha visto afectada por los formatos más breves de las
conversaciones telefónicas y en las redes–; el lenguaje debe hablar por sí
mismo. Es decir, Conrado logra que las personas que él ha ido conociendo a lo
largo de estos años, sean habladas por el lenguaje destilado poéticamente. Por
ejemplo, una joven puede estar hablando con una amiga de qué tipo de pájaro
es...
¿Qué pájaro soy yo? ¿Qué
jaula
soy yo? (pág.
48)
O también podríamos
mencionar a una madre que atemorizaría a la hija más valiente:
Cada uno debe buscarse la
vida
y tú quieres sopas y sorber.
Menudo castigo.
Es mejor dejarte aquí sola
hasta que te mueras.
Chilla lo que quieras.
¡AUXILIO!
Yo me he curado.
Yo es que tengo la casa
llena de peluches (pág. 22)
De esta manera, el poeta
busca que las expresiones tan singulares que escuchó una vez y que anotó en sus
cuadernos, entren en relaciones de atracción o repulsión respecto a otras
palabras. Tener la casa llena de peluches-niñas y niños muñecos es espeluznante
pero, como decíamos, no es la historia de Conrado (aunque podría ser la
nuestra), no es el yo del poeta el que habla a lo largo de la mayor parte de la
obra. Lóbiter es un archivo poético; no una obra personal, sino un texto
que emerge del inconsciente político (y colectivo) de la crisis, gracias al
gran trabajo que realiza Conrado Santamaría con el lenguaje.
Víctor Atobas. Ensayista y
novelista. Su última novela: La trampa de
Tánatos. Zoozobra, 2020.
Imagen: Lóbiter (Archivo de crisis). Amargord, 2019.
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