Mi tribu se reconoce aun en
las más oscuras catacumbas
porque ellos son portadores
de la luz.
Se reconocen porque aman
libremente,
porque todos cuidan de
todos,
porque comparten el pan
aunque escasee
y cantan aun amordazados.
Porque sin palabras escriben
con la mirada
y su hazaña es vivir-se.
Mi tribu es toda manos en
busca de otras manos
para no soltar la fuerza que
las une
y transmitirla a lugares que
ni siquiera conocerá,
y es toda oídos, mi tribu,
para escuchar atenta el
latido que desde allí llegue.
Mi tribu no se detiene ante
la fuerza bruta
porque tiene el poder justo
de la decencia.
Mi tribu se rebela cada
mañana
y en el mínimo gesto muestra
su valentía.
Mi tribu habla de amor a
todas horas,
lo reparte, se besa, llama a
la fiesta,
hace música, poesía y pan,
puede dormir al sereno,
comer cristales y beberse la sed,
mientras permanezca como
uno.
Mi tribu tiene agujeros en
los bolsillos, deja caer semillas,
es, mi tribu, una grieta por
la que entra la luz precisa.
Begoña Abad. En Voces del Extremo. Antología 2012/2016.
Coord. Antonio Orihuela. Amargord, 2017.
Imagen: Paul Klee. Flora auf Sand, 1927.
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