jueves, 14 de enero de 2016

Paria



¡Que se las arreglen con las repúblicas,

Hombres libres! –Picota al cuello–

¡Que pueblen sus nidos domésticos…!

–Yo soy el frágil cuclillo.


–Yo– corazón eunuco, desprovisto

de todo éxtasis y vibración…

¿Qué me canta su Libertad,

a mí? siempre solo. Siempre libre.


–Mi patria… está en el mundo;

Y, puesto que el planeta es redondo,

No temo ver el fin…

Mi patria está donde yo la planto…

Tierra o mar, ella está bajo la planta

De mis pies –cuando estoy de pie.


–Cuando estoy acostado: mi patria

es  el lecho sólo y moribundo

Sobre el que quiero forzar en mis brazos

Mi otra mitad, como yo sin alma;

Y mi otra mitad: es una mujer….

Una mujer que no poseo.


–Mi ideal: es un sueño

Hueco; mi horizonte –lo imprevisto–

Y la nostalgia me roe…

De un país que yo no he visto.


Que los corderos sigan su senda,

de Carcasona o Tumbuctú…

–A mí mi senda me sigue. Sin duda

Me seguirá a cualquier parte.


Mi bandera sobre mí ondea,

Tiene el cielo por corona:

Es la brisa en mis cabellos…

Y sin importar la lengua;

Puedo sufrir una arenga;

Y callarme si así quiero.


Mi pensamiento es aliento yermo:

Es el aire. Por doquier el aire es mío.

Y mi palabra es el eco vacío

Que nada dice –y nada más.

Mi pasado: es lo que olvido

Lo único que me ata


Es mi mano en mi otra mano.

Mi recuerdo –Nada– es mi huella.

Mi presente, es todo lo que pasa.

Mi futuro –mañana… mañana.


No conozco a mi semejante;

Yo soy lo que me hago.

– El yo humano es detestable…

– Ni me amo ni me odio.


–¡Venga! la vida es una joven

Que por placer me ha cogido…

El mío, es: reducirla a harapos,

Y prostituirla sin deseo.


–¿Los dioses?... –Por casualidad nací;

Tal vez algunos existan –por azar…

Ellos, si desean conocerme,

Me hallarán en cualquier parte.


Donde yo muera: mi patria

Se abrirá bien, sin suplicarlo,

Suficiente para mi mortaja…

¿Y para qué una mortaja…?


Ya que mi patria está en la tierra

Mis huesos allí se irán solos…



Tristan Corbière. Los amores amarillos. Antología poética. Selección, traducción y notas de Clara Janés y J. M. Martín Triana. Visor, 1984.

Imagen: Sascha Schneider. El anarquista, 1984.

2 comentarios:

  1. No conviene tener lo suficiente
    para que el pensamiento se muera.

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    1. Y sí desprenderse de lo innecesario
      para que el pensamiento viva.

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