En un tiempo yo fui, lo que podría
llamarse una persona
decente.
Buena educación.
Eructos clandestinos.
Modales aprendidos con metrónomo.
Y un cajón rebosante de dieces en conducta.
Pero un día,
ante los golpes de culata,
las ráfagas de párpados vencidos,
el furor lacrimógeno,
me nació un inesperado
“hijos de puta”.
Se trataba de mi primer arma,
de un odio que a dos pies
cargaba la sorpresa de su propio nacimiento.
A partir de entonces,
dentro de mi gramática iracunda,
dentro del diccionario en que mi cólera
se encontraba en un orden alfabético,
disparaba palabras corrosivas,
malignas expresiones que eran áspides
con la letra final emponzoñada.
Pero yo me encontraba insatisfecho.
Ningún hijo de puta
corría hacia su casa, ante mi grito,
para zurcir el sexo de su madre.
Mis alaridos eran inocentes,
inofensivos eran
como besos que Judas ofreciese
tan sólo a sus amantes.
Ante eso,
pasé de un insatisfecho “cabrones”
–pólvora humedecida por mi propia saliva–
una pequeña piedra,
el pedestal perfecto de mi furia,
la lápida mortuoria que encerraba
la pretensión guerrera de mi lengua.
Y ahora, en la guerrilla,
mientras limpio mi rifle,
recuerdo cuando yo era, camaradas,
lo que podría decirse una persona
decente.
Enrique González Rojo Arthur. El viento me pertenece un poco. Antología de poemas (1972-2008). Delegación Iztapalapa y Para Leer en Libertad AC. En Entre los poetas míos… Enrique González Rojo. Colección Antológica de Poesía Social, vol. 143. Biblioteca Omegalfa, 2020.
Imagen: Subcomandante Marcos
Se lo "decía su abuelito"
ResponderEliminarSe lo "decía su papá"...
Salud!
Que viva la indecencia, Loam! Salud!
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