Sin invitación
hemos venido
setecientos (y hay muchos todavía en camino)
de todas partes
donde ya no sopla ningún viento
de los molinos, que despacio muelen, y
de los hornos, de los que se dice
que ningún perro asoma ya tras ellos.
Y te vieron
de repente, de la noche a la mañana,
depósito de petróleo.
Ayer todavía no estabas aquí
pero hoy
ya sólo estás tú.
¡Venid rápido, todos vosotros,
que cortáis la rama sobre la que estáis sentados,
trabajadores!
Dios ha regresado
bajo la apariencia
de un depósito de petróleo.
¡Espantoso tú,
eres el más hermoso!
¡Fuérzanos,
tú, distante y objetivo!
¡Disipa nuestro yo!
¡Haznos colectivos ya!
Pues no es como nosotros queramos
sino como quieras tú.
No estás hecho de marfil
y ébano, sino de
hierro.
¡Hermoso, hermoso, hermoso, tú,
discreto tú!
¡No eres invisible,
no eres infinito!
Sino siete metros de alto.
No hay secreto en ti,
sino petróleo.
Y con nosotros procedes
no como se te antoje, inextricable todavía,
sino atendiendo a cálculo.
¿Qué es para ti la hierba, una brizna?
Estás sentado en ella.
Donde antes había hierba
ahora estás sentado tú ahí, depósito de petróleo
y ante ti hay un sentimiento
nada.
Por eso, escúchanos
y líbranos de los males del espíritu.
¡En el nombre de la electrificación,
de lo racional y de la estadística!
Bertolt Brecht. Simplicissimus, 11 – 2 – 1929. En Brecht. Hans Mayer. Traducción: Barbara Kügler, Betti Linares, Marisa Barreno. HIRU, 1998.
Imagen: Paweł Kuczyński
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