¿De qué huimos cuando han tocado la campana para que el día termine?
Si el viaje fuera uno y otro paso, qué no decir de todos yendo.
Pero el viaje es como el sueño,
todo se va, y va poblando de unos hilos ligeros que caen del cielo
y levantan humo de la yerba verde.
El viaje tiene que decir de minerales y noches como ésta.
O aquélla, la que endurecida y pintada como un huevo
me dijo de la fugacidad del amor en un cerro de Valparaíso.
Uno tiene siempre dos sueños al alcance de la mano:
en uno vamos en pos de algo, en otro somos perseguidos.
El sueño es movimiento que interroga el espacio, hostigándolo para ser otro.
Y ese espacio de cambio constante acoge el rutinar sin sentido de nuestros pies.
Así el viaje dice que todo lugar es el lugar,
que dondequiera que estemos no estamos.
El viaje nos lleva a nacer en otra frontera,
y en otra.
Yo caminé a desgarrones este ir y venir de las palabras que es el camino,
le di duro a la sandalia o a los viejos zapatos por el polvo,
en esos pueblos, en esas ciudades, en aquellas montañas,
al lado y adentro de ese mar, este río,
y entre ellas levanté una sola palabra como quien se levanta temprano
y busca la botella de vino, el cigarrillo, un pedazo de pan.
Armando Romero. Un palpitar entre relámpagos. DIFÁCIL, 2018.
Imagen: Serguéi Arsénievich Vinográdov. Пастух, 1900.
Exactamente: ¿de qué se huye cuando en vez de caminar -de seguir caminando- uno se va de viaje?
ResponderEliminarCuando huimos, muchas veces arrastramos a nuestra espalda precisamente aquello de lo que huimos. Salud!
EliminarSea como sea, de una cosa no cabe duda: vamos.
ResponderEliminarSalud!
Y si vamos por el camino, bien vamos. Salud!
Eliminar