En un lugar que frecuento
descarrila una rodilla. Cae
una nuca, obligando a la mirada
a una cruel penitencia. Las lenguas
vomitan sus bocas, puñetazos
de otro mundo
que enloquecen en este. Aquí
los cuerpos se fueron de sus dueños.
De sus voces huyen, afuera
siempre a lo lejos.
¿Tiene un caramelito?
Hay en este lugar rostros como mortajas
de reclamos perdidos,
tan hechos al muro inconmovible
en el que impactaron un día,
que toman sus ecos por columpio.
¿Tiene un caramelito? Sí, toma tu caramelito.
Y se lo lleva a la boca y lo escupe
al momento: ¿Tiene un caramelito?
Aquí
lo roto es costumbre
y las costuras mil veces remendadas,
protuberancias de niñez fosilizada.
Aquí se pasea mucho, se habla
radialmente
y se escucha en escorzo.
Se sabe que el oro es de un planeta
imaginario. Ya nadie contempla
lo insufrible –esos lodos
se dejaron extramuros–
y las decepciones, o alcanzan
altura de fundamento, o no hay causa
que valga medio llanto.
En el lugar que frecuento el desguace de modales es rutina
y todo intercambio de palabras, musgo trepador de quimeras.
Al reverso de la congruencia
se llega caído de un abismo, pero ¿se regresa?
Las esperas de lo que nunca llega
lo son todo, también fuera.
Joana Casanovas. Poética de las estructuras. Prólogo: Juan Pablo Roa. Animal sospechoso, 2024.
Imagen: Kay Sage. The World of Why, 1958.
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