He aprendido a vivir con mi parásito.
Al principio fue duro, me chupaba
gota a gota la sangre, las ideas,
me chupaba los sueños, no vivía,
era alimento neto para un vientre
de lógica cautiva que se hinchaba
a ojos vistas, mientras yo sin remedio
me secaba como un cadáver trémulo.
Sin embargo, ya pronto, el pobrecillo
me inoculó su lástima. En sus ojos,
insatisfechos siempre, impersonales,
yo veía perplejo, cuando hincaba
su punzón en mi carne, una chispilla
de congoja. Que no le comprendía,
me decía, que la vida era eso
para mí, para él y para todos,
que ese vaciamiento, esa tortura
en vivo día y noche, en un futuro,
sería, a no dudarlo, un bienestar.
Le he cobrado cariño finalmente.
Soy un huésped tranquilo, esperanzado.
Ahora le ofrendo, aunque me queda poca,
con gratitud, mi sangre. Él me redime
de cualquier sinsentido que me oprima.
Sé que todo mi amor no es suficiente
para recompensar su sacrificio:
el que yo viva en él y para él
asimilado.
Conrado Santamaría. Inédito.
Imagen: Katrin Alvarez. Parasites, 2011.
Ese Yo, atado y cautivo a la lógica del vampiro. A la que ata también toda experiencia. Rendición y ofrenda constante a lo que no tiene nombre, pero que en nombre de lo histórico oscuro todo bautiza: engalanada vacuidad puesta a punto.
ResponderEliminar¡Terrible e inquietante poema, Conrado!
Qué decir, Joan, salvo que llevas razón y que seguimos infatigables y jubilosos trabajando para el enemigo, dando vueltas a una noria hace tiempo agotada. Salud!
Eliminar"Basta descreerse, desinventarse, para que la vida nos invada sin tumulto", escribe Zambrano en "Delirio y destino".
ResponderEliminarPues en esas estamos, compañero Conrado.
Salut!
En esas estamos, y aunque es una de las disciplinas más difíciles. Salud, Joan!
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