Bajan, atravesando el firmamento,
vienen sin ser llamados.
Nadie sabe qué son ni a dónde pertenecen.
Descienden, mágicos y ajenos,
iluminan sin luz, cantan sin música.
Llegan, definitivamente llegan;
nos invaden
y algo que no entendemos sobreviene
quemándonos sin fuego.
De donde no sabemos, vuelven.
Traen en su aparecer, en su deshora,
la desazón profunda de lo incierto.
No calientan ni hielan,
solo inquietan. Y huelen
como la luna sobre el mar. Cantan
como el color vibrante de las flores.
Nadie sabe qué son ni a dónde pertenecen,
pero la sangre se acelera,
la memoria tirita como un náufrago.
Bajan, atravesando el firmamento,
suben desde el abismo y la nostalgia,
iluminan sin luz, cantan sin música.
Dios mío, cantan, cómo cantan.
Francisca Aguirre. Pavana del desasosiego, [1993-1998]. En Ensayo general. Poesía reunida 1966-2017. Prólogo: María Ángeles Pérez López. Calambur, 2017.
Imagen: Igor Posner
Me gusta muchísimo. ¿Será que el talento va por estirpes?
ResponderEliminarChiloé
No creo que vaya por estirpes, pero este es un caso que cuajó. Salud, Chiloé!
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