Cada vez somos más los que
creemos menos
en tantas cosas que llenaron
nuestras vidas,
los más altos, indiscutibles
valores vía Platón o Goethe,
el verbo, su paloma sobre el
arca de la historia,
la pervivencia de la obra,
la filiación y la heredad.
No por eso caemos con el
celo del neófito
en esa ciencia que ya pone
sus robots en la luna;
en verdad, en verdad, nos es
bastante indiferente,
y si el doctor Barnard
transplanta un corazón
preferiríamos mil veces que
la felicidad de cada cual
fuese el exacto, necesario
reflejo de la vida
hasta que el corazón
insustituible dijera dulcemente basta.
Cada vez somos más los que
creemos menos
en la utilización del
humanismo
para el nirvana
estereofónico
de mandarines y de estetas.
Sin que eso signifique
que cuando hay un momento de
respiro
no leamos a Rilke, a
Verlaine o a Platón,
o escuchemos los claros
clarines,
o miremos los trémulos
ángeles
del Angélico.
Así
es y sigue siendo, por suerte; en estos días alterno la lectura y difusión de
documentos de la CADHU sobre los campos de terror en la Argentina con los
últimos cuentos de Izak Dinesen y una admirable revista californiana de poesía,
Invisible City. Esta última me hace
pensar, un poco sorprendido, que en los poemas que voy sumando aquí hay pocas
presencias anglosajonas, siempre tan advertibles en mis cuentos y novelas.
Pensar que Keats, que los isabelinos, que T. S. Eliot… Y justamente entonces
asoma un mapa de nostalgia amorosa que resbalando por praderas inglesas va a
parar a los campos de algodón sureños, al recuerdo de Lionel Hampton tocando Save it, pretty mama como nadie lo tocó
salvo Louis Armstrong. Los tres hablamos a nuestra manera de una mujer querida,
salvo que ellos lo hacen para llamarla y yo porque ya se ha ido.
Julio Cortázar. Salvo el crepúsculo. Alfaguara, 1985.
Imagen: André Kertesz.
París, 1929.
"...tantas cosas que llenaron nuestras vidas"... de accesorios accesorios (no hay redundancia). El tiempo es alambique, tamiz, si no ¿para qué sirve?
ResponderEliminarSalud!
Aunque a veces da un poco de pena ver el montón de morralla acumulada que fuimos. Salud!
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarSí, pero a veces se hizo cuanto se pudo, la prueba es que nos encarcelaban. Mis riñones aún conservan nocturna memoria de sus pistolas.
EliminarSalud! (ahora sin errata)
Pero eso precisamente no es la morralla, sino la semilla que queda en el tamiz y que ha hecho que seamos lo que somos. Y no estoy glorificando el sufrimiento. Salud y ni olvido ni perdón!
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