Poco importa que el estado
mental del primer mundo,
de acuerdo con los videos
más vistos en YouTube, sea:
Un chino cantando rap y otro
de aquí que dice que es cani.
Un niño que le dice a su
madre que la querrá mientras haya galletas.
Un bebé que estornuda y dos
más que ríen.
Un cantante que se cae del
escenario durante una actuación.
Un niño que se cae a un río
y otro al que su hermano muerde el dedo.
Un video de gatos.
Otro de gente que llena una
cuchara de canela y se la mete en la boca.
Coca-Cola gasta en
publicidad el doble del presupuesto
de la Organización Mundial
de la Salud,
disfruta de tu Coca-Cola
porque sanidad ya no hay
para todos.
-¡Ay!, Antoñito, siempre tan
protestón,
así no vamos a poder darte
nunca un premio, -me dice, el capitalismo,
extendiendo, amoroso, sus
brazos.
Anda, ven aquí, estás
cansado,
deja de escribir sandeces
que no interesan a nadie
ven a mi regazo, -me dice,
el capitalismo,
acariciándome dulcemente.
Acompáñame en mi sueño de
mil años,
ven conmigo a degollar
flores y construir jaulas para la mente,
verter hormigón y mercurio,
distraer y envenenar a estos idiotas
mientras preparo mi nave
espacial para escapar a Marte, -me dice
el capitalismo,
susurrándome, en un dulce balanceo.
Os tengo a todos trabajando
para matar el planeta,
haciendo un mundo más
estéril, agotado,
enfermo, frío, antisocial y
corrupto,
y así, cómo quieres
distinguir al asesino.
Uno tiene que saber dónde
vive,
y a vosotros no os ha
importado hacer de este mundo un estercolero
mientras podáis seguir
bebiendo Coca-Colas
y babeando delante de
vuestros Smartphones.
Necesitáis una sabiduría que
no queréis,
así que duerme, olvida,
y no me despiertes a los
otros.
Antonio Orihuela. Lavar carbón. Amargord, 2019.
Imagen: Shahram Rezaei
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